El miedo nos domina en demasiadas ocasiones y nos cuesta mucho esfuerzo relajarnos ante este cuando viene a nuestra vida
Expresar lo que sentimos puede convertirse en un arma de doble filo. Es probable que muchas veces nos cueste manifestar lo que nos está pasando por miedo a herir al de al lado o a que se enfaden con nosotros.
Ya sea una pareja, un familiar o un amigo, al final, ese miedo a comunicar y mostrar nuestras necesidades es, en definitiva, un miedo a perder.
Miedo, vergüenza, ansiedad, frustración o culpa. A lo largo de nuestra vida, estas sensaciones conviven con nosotros en multitud de situaciones en las que nos vemos involucrados. Son sentimientos negativos que nos producen una gran inseguridad, dominando y definiendo nuestra vida gran parte del tiempo. Sin embargo, el problema no radica en el miedo, sino en cómo percibimos, entendemos
Es incómodo y, a veces, aterrador, dejar la zona de confort, pero la recompensa de hacerlo es enorme, ya que te empuja a superar lo que más temes, resultando en un aumento en tu nivel de confianza.
Y quien sabe al quitarte ese miedo puede hacerte vivir emociones nuevas y sorprendentes una vez libre o encontrarte contigo mismo y aprender a conocerte realmente
¿Quién no ha experimentado ese nudo en el estómago al sentir que una persona en quien confiábamos nos ha decepcionado? ¿Por qué muchas personas acaban por encerrarse y no creer en la gente? ¿Es cierto que no se puede confiar en nadie?
La familia, los amigos, los hijos, padres, todos.
En demasiadas ocasiones nos sentimos derrotados por las acciones de otras personas hacia nosotros y aunque decimos me importa una (mierda) disculpen la expresión, lo que piensen o digan, sí que nos importa y afecta todo
Nunca estaremos preparados para una traición de personas que apreciamos y pensamos que es mutuo el cariño y déjenme decirles que duele
a lo largo de nuestra vida sufrimos la traición, la mentira o el daño producido por un ser querido o una persona que considerábamos de confianza.
Lo cierto es que te hartas y aprendes a valorar más la vida, y remontas o te hundes
estas decepciones nos enseñan que la gente no siempre es lo que dice ser y uno aprende, aunque duele que no cualquiera merece un lugar en nuestra vida, por mucho que queramos que si formen parte de esta es triste y nos rompe el corazón y por supuesto esto nos hace daño.
Hemos de valorar y sopesar si queremos que esa persona continúe formando parte de nuestra vida, o si, por el contrario, preferimos seguir nuestro camino sin ella. Tanto en una como en otra opción es importante trabajar el perdón para que la emoción no derive en un rencor que solo nos envenene.
Ante una decepción aparecen emociones relacionadas con la tristeza, el miedo, la rabia o la frustración. Es importante aprender a identificarlas, vivenciarlas, y regularlas de manera saludable para evitar que esto nos deprima o se vuelva en nuestra contra
es necesario darnos nuestro espacio para llorar y liberar la rabia que se haya producido ante la situación inesperada.
Hay decepciones que nos resultan tan dolorosas que tenemos la sensación de que nunca podremos volver a depositar nuestra confianza en nadie, y como protección corremos el riesgo de volvernos inaccesibles, desconfiados, paranoicos o injustos con las personas que nos rodean.
Nadie nos puede asegurar que nuestros seres queridos, amigos, no nos “fallarán”, pero aceptar la posibilidad y disfrutar de la relación en el presente es la opción más inteligente.
“Necesitamos gente en nuestra vida con quien podamos ser lo más sinceros posible y ser nosotros
Tener conversaciones reales con las personas parece ser una propuesta tan simple y obvia, pero implica coraje y riesgo”
En cierta manera las decepcionen tienen la ventaja de aclarar el panorama de quien te rodea